LA FÓRMULA 1 EN CRECIMIENTO
Lo particular de la temporada ha sido porque se trató apenas, de la segunda de éstas, con autos motorizados mediante «monoblocks» de tres litros de capacidad, que dotaban a la Fórmula 1 de una potencia que antes desconoció.
Ello implicaba, de paso, tener que plantearse cómo mantener los autos pegados al piso; independiente del gran esfuerzo que significaba pilotarlos.
Se hacía pues urgente, la llegada en serio de la meta-ciencia llamada aerodinámica.
Todo, porque había un comportamiento de los autos más agresivo de lo que era el juego del viento chocando contra las carrocerías.
Por otro lado, comenzaba a extinguirse la ostentación de los colores nacionales sobre las superficies más visibles de los bólidos, para dar paso a los emblemas de las marcas patrocinadoras.
La espiritualidad del deporte sobre ruedas fue sorprendida por su rico filón publicitario.
En otras palabras, ya se preparaba para llegar a tambor batiente a un nuevo milenio que por entonces se creía lejos, pero como puede constar: bien que llegó.
SUEÑOS ROTOS
Lo que idealizaron los primeros constructores de coches al participar en las competiciones, fue nulificado por la imparable invasión de los autos por todas las calles y carreteras del planeta que requerían de una vitrina ideal para hacerlos «aspiracionales» (que todo el mundo quisiera conducir).
Ésta de 1967, será un ejemplo de la última era romántica de las carreras de la F Uno, que ya iba volando con rumbo a ser, lo que ahora parece tan normal.
RUPTURA TECNOLÓGICA
Otro factor que revolucionó también en las carreras, fue la aparición de dos magos de la motorización de la Ford europea: Mike Costin y Keith Duckworth los creadores de las máquinas Ford-CosWorth (con su nombre, por la parte final de los apellidos de ambos) quienes descubiertos por Colin Chapman de Lotus, tocaron la obertura de una saga impresionante con los motores V-8, de ocho válvulas por cilindro.
Llegaron a reunir el tesoro más envidiado del automovilismo deportivo compuesto por una sinfonía de 176 triunfos en la fórmula suprema; 139 PolePositions; 159 vueltas más rápidas y, 535 podios.
Terceros en importancia en la historia de la Fórmula 1, pero con mucho menos carreras en las que participaron, comparándose con Ferrari y casi con igual en número que las de Mercedes (y claro, con un tamaño más pequeño que el de la corporación transnacional alemana).
EL JUEGO DE LAS SILLAS
Estallaba con vigor inusitado desde aquellos años, ya que a la par de las nuevas tendencias en la mecánica y en la gestión de los equipos igual que de los torneos: daba comienzo la actividad de los pilotos buscando acomodos más convenientes para ellos.
Ya no se trataba de esperar a ser llamado por un patrón de escudería; los corredores, pretendían llegar a otro equipo más provechoso y por lo mismo, acechaban los representantes pioneros para entrar en acción.
Bernie Ecclestone quien no pudo llegar a consolidarse como conductor, se reportaba listo para cuidar de los intereses de Jochen Rindt, por ejemplo.
Graham Hill emigraba a otra formación y dejaba el camino libre para que Jackie Stewart se convirtiera en estrella de la mano de BRM, mientras que Hill regresaba con Colin Chapman a Lotus acompañando nada más y nada menos que, a Jim Clark; sumado, a la salida de Peter Arundell que ya no corrió desde el final de ese año previo.
Clark llegó a esta carrera ya consagrado como bicampeón mundial (1963 y 1965) con 31 años de edad cumplidos. Un año más tarde se mataría en Hockenheim corriendo un F2 de Lotus.
A cambio de G. Hill, se escogió a Piers Courage en BRM. Y Mike Spence salió de Lotus, para ir a este cuadro tan británico de BRM.
John Surtees se pudo apuntar al proyecto novedoso de Honda donde antes estuvo Richie Ginther. Mientras que, su puesto, en el cual había sido campeón tres años antes –en Ferrari– lo aprovechaba el neozelandés Chris Amon haciendo pareja con el italiano Lorenzo Bandini.
Amon había dejado a McLaren donde pilotó a la par de Bruce; asimismo, llegó Trevor Taylor al segundo asiento de McLaren: en el cual estuvo registrado, pero no corrió.
Por cierto a Surtees le tocó la dicha de ganar en México la última carrera de la temporada de 1966 y lo increíble resultó, que fue con el Cooper-Maserati que le tocaba ahora al mexicano P. R., quien supo muy bien del potencial de este bólido, aunque faltaba todavía la proeza para convertirlo en una carrera ganada:
¡A Mil Por Hora!
© 2022. José Antonio Suárez Romero
o sucesores/ México