V
HEREDEROS Y HERENCIAS
Ahí estaba agazapada la sombra de lucha entre los pilotos más jóvenes en contra de los que ya tenían sus añitos.
Unos, se han sentido los dueños del asunto, porque llegaron a él hace mucho y no fue nada fácil ganar su reputación, así como trepar al altar en el cual se les rezaba.
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Ya en 1950 el monarca era Giuseppe “Nino” Farina quien había nacido en Italia por 1906. El rival más enconado llegó de Sudamérica, fue Juan Manuel Fangio quien nació en 1911.
Otro de ellos, traía consigo el titulo de príncipe y sí que lo era: Prince Bira, alumbrado en Tailandia en 1914.
No cabían los tres en el protagonismo y ya se vio que al final el argentino fue la gran estrella, con cinco coronas en sus cienes.
Para ello era preciso derrotar y desbancar a Farina y no permitir que el tailandés –ni alguno otro– usurpara las posibilidades.
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Cuando llegó de Australia Jack Brabham que había nacido en el 1926, el amo era Alberto Ascari, otro italiano; éste, del año 1918.
Brabham traía consigo un costal de novedades –como mecánico y cual gestor– que tardó en mostrar al mundo. Hasta que fue campeón, en 1966, con un auto hecho por él. Algo que nadie ha podido repetir.
Ascari ya se había matado cuando Jack reinó. Así lo quiso la fortuna. Pero las pugnas no eran menores.
En los años 80 se vio por milésima vez el conflicto: Emerson Fittipaldi, era un brasileño de 1946 y, llegó después de Emmo un paisano de él para ganar el nuevo protagonismo: era Nelson Piquet, también de Brasil, pero del año 1952.
El señor joven, sin compasión alguna dejando detrás al viejo señor.
Para la década de los años noventa sucedió casi con lujo de crueldad la aparición de un chamaco alemán de apenas 22 años, cuyo surgimiento puso fin a una era de ases que se pensaron inmortales.
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Pasaron al pretérito plus-cuan-perfecto: Nigel Mansell, Alain Prost y ni se diga: El Mágico Ayrton Senna.
Sí, el espectro fascinante de Michael Schumacher (de 1969) todo lo previo, lo oscureció.
Eran los de antes y dejaron de ser…
Schumacher debió de haber reinado por siempre, no sólo siete veces. Y, sin embargo, un muchachito moreno llegó a Mercedes, para hacer lo que el germánico no pudo.
Volver a un equipo preponderante hasta hacerlo parecer invencible no es cosa de todos los días: Lewis Hamilton (nacido en 1985) arribó para convertirse en el piloto más grande –en números– de toda la historia de la F1.
Desde luego que así lo ha querido la suerte. También, el talento.
Pero por más que se discuta, hay un secreto a voces (bien conocido por cierto) que lo explica de manera lata: velocidad. Velocidad y… …más velocidad.
103 PolePositions en su haber, describen la importancia de Lewis.
Y que cada quien crea que tiene la razón que quiera. Lo que es un hecho es que lo hecho por Hamilton ahí está y, ha sido contra el reloj. O sea, que no tiene atenuantes.
Lo interesante de las hazañas del británico es que ya está por aquí en las pistas, quien lo va a derrocar, queriendo o no.
Ya que no hay fecha que no se venza.
Pues sí señoras y señores: desde hace un par de años el holandés Max Verstappen (nacido en Bélgica en 1997) ha llegado con claridad meridiana, para dejar ver que es un corredor sobre-dotado.
El curso de 2022 ha de ser el que permitirá constatar de qué tamaño son sus alcances. Por eso se le ha llamado a este rizo, «el de la revancha».
No obstante, lo rico del pastel que el aficionado se irá a despachar es, porque ni se crea alguien que Max estará sólo en los circuitos.
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George Russell corriendo con Mercedes es como para poner a temblar a todos.
Y falta ver hasta dónde llegarán Carlos Sainz y Charles Leclerc encima de los Ferrari. O Lando Norris, sobre uno de los McLaren.
Dicho sea, que la salvedad estriba en que todos los equipos estrenarán nuevo tipo de vehículos y cualquiera de ellos, podría ser el de la estrella que refulgirá en delante.
El torneo que está por empezar no será el primero ni el último.
Una cosa sí que se puede prometer: es, que será fastuoso.
Nadie se lo debe de perder, paso a paso…
¡A Mil Por Hora!
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