¡A Mil Por Oda!




En un principio ahí estaban el sol, el mar y las nubes.


El corredor de autos más penetrante de todos los tiempos
optó por posar entre nubes.
Transformarse en una de ellas.

Caminar guiado nada más por el viento
que empuja a un nimbo hasta su destino etéreo.



No hay un nombre en el pilotaje de todos los tiempos
que haya prevalecido en la memoria de tantos.

En especial,
si la mayoría ni lo vimos correr.

Fue de boca a oído.
De la sorpresa al pasmo.

Hasta que de verdad se hizo una leyenda inmensa,
de manera que los volantes quienes fueron llegando
–luego de su tiempo–
no hacían más que el intento de calcar su encanto y su arrojo.



Los espectadores que lo disfrutaban
iban quedando encantados y cantaban hacia el cielo:

¡Nuvole!

¡Nuvole!

¡Nuvole!

Con un murmullo que duraba todo el tiempo
y regocijaba los ánimos…

Lo habían visto ganar.

Nuvoloso.

Fabuloso.

Nebuloso…

Nuvolari el auriga perfecto.

El impar.

Y también, el inconmensurable.



Nadie puede contar con exactitud dónde empieza su obra
y en qué punto la epopeya, que se ha transustanciado en mito.



Quede claro cómo y por qué se hizo dueño de la eternidad:
ha sido en una tarde de carreras en el NurburgRing
con La Victoria Imposible.

El 28 de julio de 1935;
poniendo en ridículo,
a la dizque potencia, del nazismo.


Un generalete de la Wehemacht,
–la fuerza de defensa más despiadada de todas–
le espetó al corredor italiano
que su forma de tripular un auto de velocidad
lo podía matar.

Tazio le preguntó a la vez,
con su estatura de poco más de un metro y medio,
que él ¿dónde quería morir?
Y el milico le dijo, que en su cama.

Terminó diciendo Nuvolari
con una sonrisa a medias:
que le debería de dar mucho miedo
ir cada noche a acostarse…



Hubo una vez,
en la que compitió con las dos piernas enyesadas.

En otra,
terminó una prueba nocturna
sin fanales.

Se contaba, que bajó y con un chicle
taponó una fuga de gasolina.

Lo vieron triunfar en justas
a las que no había llegado.
En trayectorias
que no existían.


Ya estaba en su sepulcro descansando
y sus seguidores continuaban mirándolo salir el primero.



Lucio Dalla
le compuso una balada.

Un himno:

Nuvolari es un cuerpo excepcional
Nuvolari tiene manos como garras
Nuvolari tiene un talismán contra el mal

Su mirada es de halcón para sus hijos

¡Sus músculos son músculos excepcionales!

¡Los pájaros en el aire pierden sus alas cuando Nuvolari pasa!

¿Cuándo da miedo Nuvolari?
Cuando su motor feroz ruge por la llanura
Los árboles en la calle
Se arrastran por lo plano
Como fragmentos de botellas en las paredes
Que se derriten cual papilla
¡Se lleva todo el polvo!

Cuando Nuvolari corre, cuando Nuvolari pasa
La gente viene en multitudes y se extiende sobre el césped

Cuando Nuvolari corre cuando Nuvolari pasa
La gente espera su llegada durante horas y horas
Y finalmente cuando escuchan su ruido
Se ponen de pie de un salto y lo saludan con la mano
Gritan palabras de amor

Y luego lo ven desaparecer
Cómo se ve un soldado a caballo
¡A caballo en el cielo de abril!

Nuvolari es de color marrón
Nuvolari tiene una máscara afilada

La boca de Nuvolari siempre está cerrada
¿no le importa morir?

Corre si llueve
Corre hacia el sol

Tres más tres son siempre siete para él

Con el "Alfa" rojo hace lo que quiere
¡Al fuego de cien rayos!
El peligro de salirse de la carretera
El infierno en cada vuelta
Pero se desvía por la franja que está alisada
¡Lo recogen casi condenados!

Nuvolari renace
Como el lagarto verde
renace


Y
Les gana a todos





11 de agosto de 2021




Ángelo della Corsa

SUBIR