¡A Mil Por Oda!
AL CHAMACO RODRÍGUEZ
Desde siempre los dioses han mostrado su pasión
por las almas jóvenes.
Ven en ellas lo que algún día fueron
o si de verdad son tan poderosos,
lo que muy pronto ellos volverán a ser.
En tanto se resuelven,
van recogiendo para poner en su seno a los más osados
entre quienes están en plenitud de forma.
A aquellos que los humanos
queremos que sean inmortales.
Para que dejemos de insistir, otra vez,
ya que eso será imposible…
Por lo mismo,
la divinidad se cruza en los deseos
y hurta para sí al fruto en su punto óptimo.
Tanto mejor si el elegido es el más admirado.
Si hay una mujer que lo ama.
Si le espera el gran suceso.
Las deidades y casi todos los seres nobles
se inclinan ante la belleza,
por la fuerza, por el donaire,
por la vehemencia.
Y por ese andar, casi flotando,
propio de aquel quien se sabe dueño del mundo.
Pues, si es necesario robar una culminación
¡Se la roba!
Carambas.
El chamaco Ricardo Rodríguez
lo que conocía de modo perfecto era,
cómo hacer correr un auto hasta el extremo.
Quienes lo vieron transitando
como una exhalación en las pistas
quedaron tocados por su prodigio
imposible de ser comparado.
Era demasiado a lo que se arriesgaba.
Dicen aquellos que lo conocían bien,
que no le importaba el peligro,
porque siempre quería hacerlo la próxima vez
mejor y más pronto…
En una de tantas fue a competir
hasta la mera catedral del vértigo.
En Monza
había tan sólo una ruta,
que estaba hecha –en exclusiva–
para los elegidos.
Ricardo conducía bajo el mando de Drake;
el insustituible patrón de los coches de carreras:
Enzo Ferrari.
Fue el sábado 9 de septiembre de 1961.
Las estadísticas lo destacaban como el más joven
en correr en un Gran Premio de la Fórmula 1.
Era un cadete de 19 años y 208 días de edad.
Y sucedió que ante el asombro de los aficionados
así como de conocedores que lo vieron,
sobre un auto colorado
menos potente que el de sus compañeros:
dio un giro formidable para ser el segundo mejor
de todos los que estaban citados a competir.
Nada más von Trips pudo ir más rápido
con alguna de las cinco unidades de Ferrari
participantes.
Detrás del mexicano quedaron: Richie Ginther y Phil Hill
también con carros italianos.
No era una reunión en la escuela primaria, que bah…
Estaban inscritos genios del volante que luego serían leyendas.
Graham Hill; Jim Clark; Giancarlo Baghetti; Innes Ireland;
Jack Brabham; Stirling Moss; Dan Gurney;
Bruce McLaren o John Surtees.
Todos ellos, tuvieron que aceptar
que habían compartido el asfalto
con un fulminante
de verdad fenomenal.
A RR lo guiaba agarrado de la mano
un duende
que parecía decirle que llevara
hasta la meta la ilusión
que se contenía en lo más íntimo de sí.
Ese gnomo le murmuraba al oído,
cómo poder regalar sus mejores conmociones
a aquellos que lo vitoreaban;
para que el señor-joven piloto, acudiera enseguida,
a su próxima cita con el azar.
Es seguro que sabía que la muerte
estaba por ahí cazándolo,
como pasa con todos
los que se aventuran más allá de la razón
para alcanzar lo imposible…
Por ello, mejor:
él
fijaba toda la atención
en la raya blanca de asfalto
y en el marcador de las revoluciones de su bólido.
En el termómetro.
Él, sólo quería algo:
Ser el primero.
ETERNA MENTE . . .
El Chamaco se mató jugando encima de su coche
un día primero de noviembre,
en el autódromo que hoy lleva también su nombre:
RICARDO RODRÍGUEZ DE LA VEGA
De esta manera
parece que quiso –a propósito–
ofrendar a la mexicanidad
un día de muertos en 1962,
que se volvió, muy en serio,
imborrable.
Cual el color más vibrante
de las flores del
Cempohualxochitl.
¡A Mil Por Oda!
Ángelo della Corsa
Noviembre de 2021