¡A Mil Por Oda!

Se lo vio partir en una barqueta blanca
para separar la tierra en dos
y dejar que pasaran los grandes honores que fueron su sino.


Moisés un tiempo también fue niño
y desde aquellos días de su vida jugó sobre cuatro ruedas
ante la mirada complacida de su padre.

Luego fue un joven
dado a lanzar contra el muro las pelotas más rígidas.


Traía en su yo una pasión interminable por ser el primero,
fuera pilotando un bólido o como pelotari.


Cuando acabó la más tierna de sus juventudes
ya no hubo algo que lo detuviera.


La gente no olvida ese domingo en que jugó cambiando de montura y
con cada cual se impuso por encima de todos.


Hecho ya un hombre respetable
siguió siendo joven y asimismo un niño que adoraba treparse sobre sus carros
para llevarlos lo más lejos del lindero impuesto.


En el timón de su McLaren nada más estuvo una idea fija:
ir más pronto para ser el de la punta.

Ahí,
en la brida del coche:
miró su fotografía de niño, de joven y de hombre –a un tiempo–
como quien recorre deleitado su película de mayor intimidad.

Porque en ese volante,
que fue lo último que leyó,
lo aguardaba ese trapo a cuadros, imaginario y sin clemencia,
que significó: haber derrotado a todos.



Hay un séquito que se contiene en imágenes incoloras,
sobre ellas se ve su cara hecha risotada alzando todo tamaño de trofeos
y varias coronas de flores que nunca irán a secar.


De un modo vertiginoso,
se ha supuesto el fin del recorrido de tal auge jubiloso que lo poseyó.

Y él, impasible.



Y…
…Los dolientes le dieron, no un adiós,
sino un hasta siempre que ha de seguir su ruta tan campante.



El semblante de Moisés Solana Arciniega se distinguió
por estar del todo sereno las veces cuando oyó cantar para él la alabanza a su patria,
conteniendo algo que decía sobre clamar con un grito de guerra.


Él, estaba siempre como flotando en su aura de adalid invencible
más allá de las batallas.



M O I S É S
no peleó.

Lo que hizo, fue,
separar en dos la tierra para que cupiera bien su yelmo,
manando caudales de inmortalidad,
y que así,
se mantuviera fresca por los siglos de los siglos su presencia entre nosotros.


Ángelo della Corsa

México. 27 de julio de 2021

SUBIR